SER FRANCISCAN@. ¡OBSERVAR EL SANTO EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!
Hay un detalle en el carisma franciscano que
conviene hablar cuanto antes, y por ello lo vamos a tratar en este artículo, ya
segundo de “SER FRANCISCAN@” una sección donde queremos profundizar las
virtudes y características del carisma.
El núcleo de la espiritualidad de los
franciscanos, de toda la familia franciscana, es observar el santo Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo, poniendo el acento en que este ideal hay que vivirlo
en humildad y fraternidad. Tal debe ser la actitud de imitar siempre de
Jesucristo, el cual, a pesar de ser el Hijo de Dios, nos ha dejado un ejemplo
encarnándose en María la Virgen, naciendo pobre en Belén, viviendo pobre y
peregrino en este mundo y humillándose hasta la muerte en cruz, en obediencia
perfecta a la voluntad del Padre.
Cuando uno empieza a tener mucho interés por
conocer al santo de Asís, porque todo inicio de la vocación siempre hay un
enamoramiento hacia el santo, ya que la personalidad y el carisma que desprende
es de un gran atractivo y puede hacer perder el enfoque primero y último de
nuestra vida, que es Jesucristo. Es importante evitar que todo postulante o
iniciando empiece un camino espiritual mal encaminado si se se cae en el error de
poner nuestro corazón y entusiasmo en conocer más y más a San Francisco y
olvidarnos de quien es realmente el importante en nuestra vida, el importante
siempre será CRISTO. ¡Sin Él, no podemos ser nada!. Es Él quien nos va a dirigir
hacia el carisma o la vocación concreta a la que somos llamados.
El santo, como bien dice la palabra era santo, y
además, de los que han dejado una huella en la Iglesia perdurable y por lo que
estaremos muy agradecidos, pero no lo elevemos más, que hay ocasiones que en el
ambiente franciscano se hace. La pretensión de San Francisco de Asís no es que
le sigamos a él, no es que nos “obsesionemos” con él, su pretensión es ayudar a
que sigamos a Jesucristo, nos guía hacia Él. Cualquier otro fruto que se
hubiera dado y no éste que es acercarnos a Jesucristo en el Evangelio, y vivir
en consonancia a él, que habite Cristo en nuestra vida, hubiera supuesto un
fracaso para el santo. Que lo llegó a sufrir en vida, cuando sus hermanos
pretendían organizar mejor la orden, con una regla más viable para los frailes,
que por otro lado era lógico por el gran número que eran, en vez de vivir el Evangelio
en su autenticidad y sencillez.
El cristiano se hace franciscano, sin dejar de
ser lo primero, sin perder la verdad de quien le llama realmente, el franciscano
siente la llamada de Cristo, y para seguirlo quiere hacerlo, y aquí está la
clave, al estilo de San Francisco de Asís, o bien de Santa Clara, o bien de
otros santos que descubrieron en Francisco un hermano mayor que ayuda, que tira
de nosotros, que empuja. Y teniendo claro, y éste es otro tema para trabajar en
otro artículo, que ningún franciscano puede ser otro Francisco, cada uno tiene
su propia vida para llegar a la Santidad, su tiempo, su lugar, su vida, sus
hermanos, y Dios nos quiere únicos, diferentes y también santos como Él quiere
que lo seamos.
En conclusión, todo franciscano, es un apasionado
de leer, meditar, trabajar más los Evangelios, de llevarlo a la vida, de visitar
más a Cristo Sacramentado, de orar ante Él, si se puede y hay tiempo añadir
siempre en su formación de cristiano catequesis con temática de cristología. Además,
que con todo ello se comprende mucho mejor el testamento espiritual que nos
dejó San Francisco, en términos modernos podemos decir que su regla original
era un copy-paste del Evangelio. Y finalizo
con esa invitación que nadie olvida de san Juan Pablo II a los jóvenes
chilenos, y sigue sonando en el corazón de la Iglesia y de los jóvenes “Busca a
Cristo, mira a Cristo, vive en Cristo”.
¡Paz y Bien!
Arturo García Nuño (O.F.S.)