CATEQUESIS DEL PAPA. 7 NOVIEMBRE 2018
CATEQUESIS SOBRE LOS MANDAMIENTOS. SÉPTIMO MANDAMIENTO
EL SENTIDO CRISTIANO DE LA PROPIEDAD DE BIENES
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuando con la explicación del Decálogo,
hoy llegamos a la Séptima Palabra: "No robarás". Al escuchar este
mandamiento, pensamos en el robo y el respeto por la propiedad de otros. No hay
cultura en la que el robo y el abuso de bienes sean lícitos; en efecto, la
sensibilidad humana es muy susceptible por lo que respecta a la defensa de la
posesión.
Pero vale la pena abrirnos a una lectura más
amplia de esta Palabra, centrándonos en el tema de la propiedad de los bienes a
la luz de la sabiduría cristiana.
En la doctrina social de la Iglesia se habla
del destino universal de los bienes. ¿Qué significa esto? Escuchemos lo que
dice el Catecismo: " Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la
administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los
dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf. Gen 1, 26-29).
Los bienes de la creación están destinados a
todo el género humano "(No. 2402). Y nuevamente: " El destino
universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción del
bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su
ejercicio. " (No. 2403).
La Providencia, sin embargo, no ha organizado
un mundo en "serie", existen diferencias, condiciones diversas,
culturas distintas, por lo que se puede vivir ayudándose unos a otros. El mundo
es rico en recursos para asegurar a todos los bienes primarios. Sin embargo,
muchos viven en una situación de pobreza escandalosa y los recursos naturales,
mal utilizados, se van deteriorando. ¡Pero el mundo es uno solo! ¡La humanidad
es solo una!
La riqueza del mundo, hoy, está en manos de una
minoría, de pocos, y la pobreza, todavía más, la miseria y el sufrimiento, de
tantos, de la mayoría.
Si hay hambre en la tierra, ¡no es porque
falten alimentos! De hecho, las necesidades del mercado a veces llevan a
destruirlos, a tirarlos. Lo que falta es una iniciativa empresarial libre y con
visión de futuro, que garantice una producción adecuada y un enfoque solidario
que asegure una distribución equitativa.
El Catecismo también dice: "El hombre, al
servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee
legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de
que puedan aprovechar no sólo a él, sino también a los demás” " ( Nº
2404). Toda riqueza, para ser buena, debe tener una dimensión social.
En esta perspectiva, aparece el significado
positivo y amplio del mandamiento "No robarás". "La propiedad de
un bien hace de su dueño un administrador de la providencia" (ibíd.). Nadie es dueño absoluto de los bienes: es un
administrador de los bienes. La posesión es una responsabilidad: “Pero yo soy
rico de todo...” – esta es una responsabilidad que tienes-. Y todo bien
sustraído a la lógica de la Providencia de Dios es traicionado, traicionado, en
su sentido más profundo.
Lo que poseo realmente es lo que sé dar. Esta
es la medida para saber si administro bien o mal las riquezas; esta palabra es
importante: lo que realmente poseo es lo que sé dar. Si yo sé dar, si estoy
abierto, entonces soy rico, no solamente de lo que poseo, sino también de
generosidad, generosidad también como un deber de dar riqueza para que todos
participen de ella. De hecho, si no puedo dar algo, es porque eso me posee,
tiene poder sobre mí y me esclaviza. La posesión de los bienes es una
oportunidad para multiplicarlos con creatividad y usarlos con generosidad, y
así crecer en amor y libertad.
Cristo mismo, a pesar de ser Dios, "no
retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mimo"
(Fil. 2: 6-7) y nos enriqueció con su pobreza (cf. 2 Co 8,9).
Mientras la humanidad se afana por tener más,
Dios la redime haciéndose pobre: ese Hombre Crucificado ha pagado por todos
un rescate inestimable por parte de Dios Padre, "rico en
misericordia" (Ef. 2, 4, ver St.5, 11). Lo que nos hace ricos no son los
bienes sino el amor. Muchas veces hemos escuchado lo que dice el Pueblo de
Dios: “El diablo se cuela por los bolsillos”.
Se empieza por el amor al dinero, la fama que
hay que poseer; luego llega la vanidad: “Ah, soy rico y presumo de ello”; y al
final, el orgullo y la soberbia. Así actúa el diablo en nosotros. Pero la
puerta son los bolsillos.
Queridos hermanos y hermanas, una vez más
Jesucristo nos revela el pleno sentido de las Escrituras. «No robarás»
significa: ama con tus bienes, aprovecha tus medios para amar como puedas.
Entonces tu vida será buena y la posesión se convertirá verdaderamente en un
don. Porque la vida no es el tiempo de
poseer sino de amar. Gracias