CATEQUESIS DEL PAPA. 14 NOVIEMBRE 2018
CATEQUESIS SOBRE LOS MANDAMIENTOS. OCTAVO MANDAMIENTO
¿QUÉ ES LA VERDAD?
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la catequesis de hoy abordaremos la Octava
Palabra del Decálogo: "No darás falso testimonio contra tu prójimo".
Este mandamiento - dice el Catecismo -
"prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo". Vivir
de comunicaciones que no son auténticas es grave porque impide las relaciones
y, por lo tanto impide el amor. Donde hay mentira no hay amor, no puede haber
amor. Y cuando hablamos de comunicación entre personas, no nos referimos solo a
las palabras, sino también a los gestos, a las actitudes, incluso a los
silencios y las ausencias.
Una persona habla con todo lo que es y lo que
hace. Todos nosotros estamos en comunicación siempre. Todos vivimos
comunicándonos y estamos constantemente en equilibrio entre la verdad y la
falsedad.
¿Pero qué significa decir la verdad? ¿Significa
ser sinceros? ¿O exactos? En realidad, esto no es suficiente, porque uno puede
equivocarse sinceramente, o puede ser preciso en los detalle, pero no captar el
significado del todo. A veces nos justificamos diciendo: "¡Pero yo he
dicho lo que sentía!" Sí, pero has absolutizado tu punto de vista. O:
"¡He dicho solamente la verdad!". Tal vez, pero has revelado algunos
hechos personales o confidenciales.
¡Cuántos chismes destruyen la comunión por
inoportunidad o falta de delicadeza! Más aun, los chismes matan, y esto lo ha
dicho el apóstol Santiago en su Carta. El chismoso, la chismosa son gente que
mata: mata a los demás, porque la lengua mata como un cuchillo. ¡Tened cuidado!
Un chismoso o una chismosa es un terrorista porque con su lengua tira una bomba
y se va tranquilo, pero lo que esa bomba que ha tirado destruye la fama de los
demás. No lo olvidéis: chismorrear es matar.
Pero entonces, ¿Qué es la verdad? Esta es la
pregunta de Pilatos, precisamente cuando Jesús, delante de él, cumplía el
octavo mandamiento. De hecho, las palabras "No darás falso testimonio
contra tu prójimo" pertenecen al lenguaje jurídico. Los evangelios
culminan en el relato de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús; y esta es la historia de un proceso, de la
ejecución de la sentencia y de una consecuencia inaudita.
Interrogado por Pilatos Jesús dice: "Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo para dar testimonio de la
verdad". Y este "testimonio" Jesús lo da con su pasión y su muerte.
El evangelista Marcos narra que "Al ver el centurión, que estaba frente a
él, que había expirado de esa manera, dijo: ¡Verdaderamente este hombre
era Hijo de Dios!". Sí, porque era
coherente, fue coherente: con su forma de morir, Jesús manifiesta al Padre, su
amor misericordioso y fiel.
La verdad encuentra su plena realización en la
misma persona de Jesús, en su forma de vivir y morir, fruto de su relación con
el Padre. Esta existencia de hijos de
Dios, Él, resucitado, nos la otorga también a nosotros enviando al Espíritu
Santo, que es Espíritu de verdad, que da testimonio a nuestros corazones de que
Dios es nuestro Padre.
En cada una de sus acciones, el hombre, las
personas afirman o niegan esta verdad. Desde las pequeñas situaciones
cotidianas hasta las decisiones más exigentes. Pero es siempre la misma lógica:
la que los padres y los abuelos nos enseñan cuando nos dicen que no digamos
mentiras.
Preguntémonos: ¿qué verdad atestiguan las obras
de nosotros, los cristianos, nuestras palabras y nuestras decisiones? Cada uno
puede preguntarse: ¿Yo soy un testigo de la verdad o soy más o menos un
mentiroso disfrazado de verdadero? Que se lo pregunte cada uno.
Los cristianos no somos hombres y mujeres
excepcionales. Somos, sin embargo, hijos del Padre celestial, que es bueno y no
nos decepciona, y pone en sus corazones el amor por sus hermanos. Esta verdad
no se dice tanto con los discursos, es una forma de existir, un modo de vivir,
y se ve en cada acto. Este hombre es un hombre verdadero, esta mujer es una
mujer verdadera: se nota. Pero ¿por qué, si no abre la boca? Pero se comporta
como verdadero, como verdadera. Dice la verdad, actúa con la verdad. Una
hermosa manera de vivir para nosotros.
La verdad es la maravillosa revelación de Dios,
de su rostro de Padre, es su amor ilimitado. Esta verdad corresponde a la razón
humana, pero la supera infinitamente, porque es un don que ha descendido a la
tierra y se ha encarnado en Cristo crucificado y resucitado; se hace visible
gracias a aquellos que le pertenecen y
muestran sus mismas actitudes.
No dirás falso testimonio significa vivir como
un hijo de Dios, que nunca, nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como
hijos de Dios, dejando emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y
podemos fiarnos de Él. Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra
confianza en Dios, que es Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz
y no mentiroso.