FAMILIA Y VIDA. LA FAMILIA SE FUNDA EN EL MATRIMONIO

FAMILIA Y VIDA. 

LA FAMILIA se funda en el matrimonio



A través de un acto de amor libre y fiel, los esposos cristianos testimonian que el matrimonio, en cuanto sacramento, es la base sobre la que se funda la familia y hace más sólida la unión de los cónyuges y su donación recíproca. Y a la vez cuanta más solida es la unión entre los esposos, más fuerte es la comunidad de vida que forma la familia.

El matrimonio sacramental se convierte en cauce por el que los cónyuges reciben la acción santificadora de Cristo, no solo individualmente como bautizados, sino por la participación de la unidad de los dos en la Nueva Alianza con que Cristo se ha unido a la Iglesia. Significa, que esa unión de los esposos con Cristo no es una circunstancia más de la vida, sino se da a través de la eficacia sacramental, santificadora, de la misma realidad matrimonial. Dios sale al encuentro de los esposos, y permanece con ellos como garante de su amor conyugal y de la eficacia de su unión para hacer presente entre los hombres Su Amor. Este Amor, es obvio, que se hará más presente con aquellos con los que se comparte más tiempo y viven en el mismo hogar.

El sacramento no es principalmente la boda, sino el matrimonio, es decir, la "unión entre los esposos", que es "signo permanente", por su unidad indisoluble, de la unión de Cristo con su Iglesia. De ahí que la gracia del sacramento acompañe a los cónyuges a lo largo de su existencia.

En el matrimonio, la persona se descubre a sí misma, se auto-comprende en relación con los demás y en relación con el amor que es capaz de recibir y de dar. Los cónyuges dejan de ser dueños exclusivos de sí en los aspectos conyugales, y pasan a pertenecer cada uno al otro tanto como a sí mismos. Uno se debe al otro: no sólo están casados, sino que son esposos. Su identidad personal ha quedado modificada por la relación con el otro, que los vincula "hasta que la muerte los separe". El amor esponsal y familiar revela también claramente la vocación de la persona a amar de modo único y para siempre, y que las pruebas, los sacrificios y las crisis de la pareja como de la propia familia representan pasos para crecer en el bien, en la verdad y en la belleza.

Las crisis, no son para que los esposos utilicen la libertad respecto a la posibilidad de ser o no ser esposos, ese discernimiento se debe dar en el noviazgo, sino a la de procurar vivir conforme a la verdad de lo que son.

En el matrimonio la donación es completa, sin cálculos ni reservas, compartiendo todo, dones y renuncias, confiando en la Providencia de Dios. El problema es el rechazo de Dios en la vida conyugal y prioridad del individuo, muchas veces dada solo en uno de dos, pero en la que ya no hay unión y por lo tanto no hay sacramento.

Cuando la donación entre los esposos no es completa, los primeros perjudicados son los hijos, aunque el amor y dedicación que reciban los hijos sean inmensos, habrá pequeñas carencias y sufrimientos siempre presentes. La mejor manera de amar a los hijos y hacer que éstos sean felices es amar al cónyuge y cuidar al máximo la relación en el matrimonio.


El testimonio de los padres y abuelos sobre los jóvenes puede ser el mejor cursillo prematrimonial, y catequesis a jóvenes novio. Es la mejor experiencia que los jóvenes pueden aprender, porque la santidad supone donarse con fidelidad y sacrificio cada día de la vida. Pero hay problemas en el matrimonio. Siempre distintos puntos de vistas, celos, se pelea. Pero hay que decir a los jóvenes esposos que jamás acaben la jornada sin hacer las paces entre ellos. El Sacramento del matrimonio se renueva en este acto de paz y perdón tras una discusión, un malentendido, unos celos escondidos, también un pecado. Hacer la paz que da unidad a la familia; y esto decirlo a los jóvenes, a las jóvenes parejas, que no es fácil ir por este camino, pero es muy bello este camino, muy bello.

ESCUELA DE LA FE. TEMA 2. EL CREDO. EL SÍMBOLO DE LA FE

ESCUELA DE LA FE. 

TEMA 2. EL CREDO. EL SÍMBOLO DE LA FE



¿Dónde hallamos la fórmula esencial de la fe? ¿Dónde encontramos las verdades que nos han sido fielmente transmitidas y que constituyen la luz para nuestra vida cotidiana?
Estas cuestiones terminábamos de plantemos en la anterior sesión de la Escuela de la Fe. Las trabajaremos en la catequesis de hoy.

La respuesta es sencilla: en el Credo, en la Profesión de fe o Símbolo de la fe nos enlazamos al acontecimiento originario de la Persona y de la historia de Jesús de Nazaret; se hace concreto lo que el Apóstol de los gentiles decía a los cristianos de Corinto: «Os transmití en primer lugar lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día» (1 Co 15, 3.4).

También hoy necesitamos que el Credo sea mejor conocido, comprendido y orado. Sobre todo es importante que el Credo sea, por así decirlo, «reconocido». Conocer, de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que «reconocer» quiere significar la necesidad de descubrir el vínculo profundo entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra existencia cotidiana a fin de que estas verdades sean verdadera y concretamente —como siempre lo han sido— luz para los pasos de nuestro vivir, agua que rocía las sequedades de nuestro camino, vida que vence ciertos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su justificación.

No es casualidad que el beato Juan Pablo II quisiera que el Catecismo de la Iglesia católica, norma segura para la enseñanza de la fe y fuente cierta para una catequesis renovada, se asentara sobre el Credo. Se trató de confirmar y custodiar este núcleo central de las verdades de la fe, expresándolo en un lenguaje más inteligible a los hombres de nuestro tiempo, a nosotros. Es un deber de la Iglesia transmitir la fe, comunicar el Evangelio, para que las verdades cristianas sean luz en las nuevas transformaciones culturales, y los cristianos sean capaces de dar razón de la esperanza que tienen (cf. 1 P 3, 15). Vivimos hoy en una sociedad profundamente cambiada, también respecto a un pasado reciente, y en continuo movimiento. Los procesos de la secularización y de una difundida mentalidad nihilista, en la que todo es relativo, han marcado fuertemente la mentalidad común. Así, a menudo la vida se vive con ligereza, sin ideales claros y esperanzas sólidas, dentro de vínculos sociales y familiares líquidos, provisionales. Sobre todo no se educa a las nuevas generaciones en la búsqueda de la verdad y del sentido profundo de la existencia que supere lo contingente, en la estabilidad de los afectos, en la confianza. Al contrario: el relativismo lleva a no tener puntos firmes; sospecha y volubilidad provocan rupturas en las relaciones humanas, mientras que la vida se vive en el marco de experimentos que duran poco, sin asunción de responsabilidades. Así como el individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos contemporáneos, no se puede decir que los creyentes permanezcan del todo inmunes a estos peligros que afrontamos en la transmisión de la fe. Algunos creyentes evidencian (o evidenciamos, cuidado, podemos pertenecer a este grupo) una fe vivida de modo pasivo y privado, el rechazo de la educación en la fe, la fractura entre vida y fe.

Frecuentemente el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de la propia fe católica, del Credo, de forma que deja espacio a un cierto sincretismo y relativismo religioso, sin claridad sobre las verdades que creer y sobre la singularidad salvífica del cristianismo. Actualmente no es tan remoto el peligro de construirse, por así decirlo, una religión auto-fabricada. En cambio, debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo; debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar de forma más profunda en nuestras conciencias y en la vida cotidiana.

En estas catequesis de la escuela de la Fe, desearía,(con la ayuda de estos textos de Benedicto XVI) ofrecer una ayuda para realizar este camino, para retomar y profundizar en las verdades centrales de la fe acerca de Dios, del hombre, de la Iglesia, de toda la realidad social y cósmica, meditando y reflexionando en las afirmaciones del Credo. Y desearía que quedara claro que estos contenidos o verdades de la fe (fides quae) se vinculan directamente a nuestra cotidianeidad; piden una conversión de la existencia, que da vida a un nuevo modo de creer en Dios (fides qua). Conocer a Dios, encontrarle, profundizar en los rasgos de su rostro, pone en juego nuestra vida porque Él entra en los dinamismos profundos del ser humano.

Que el camino que realizaremos pueda hacernos crecer a todos en la fe y en el amor a Cristo a fin de que aprendamos a vivir, en las elecciones y en las acciones cotidianas, la vida buena y bella del Evangelio. Gracias.



CATEQUESIS DEL PAPA. LOS DESEOS MALVADOS DEL CORAZÓN

CATEQUESIS DEL PAPA. 21 NOVIEMBRE 2018

CATEQUESIS SOBRE LOS MANDAMIENTOS. DECIMO MANDAMIENTO
LOS DESEOS MALVADOS DEL CORAZÓN


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nuestros encuentros sobre el Decálogo nos llevan hoy al último mandamiento. Lo escuchamos al principio. Estas no son solo las últimas palabras del texto, sino mucho más: son el cumplimiento del viaje a través del Decálogo, que llegan al fondo de todo lo que encierra. En efecto, a simple vista, no agregan un nuevo contenido: las palabras «no codiciarás la mujer de tu prójimo [...], ni los bienes de tu prójimo» están al menos latentes en los mandamientos sobre el adulterio y el robo. ¿Cuál es entonces la función de estas palabras? ¿Es un resumen? ¿Es algo más?

Tengamos muy en cuenta que todos los mandamientos tienen la tarea de indicar el límite de la vida, el límite más allá del cual el hombre se destruye y destruye a su prójimo, estropeando su relación con Dios. Si vas más allá, te destruyes, también destruyes la relación con Dios y la relación con los demás. Los mandamientos señalan esto.

Con esta última palabra, se destaca el hecho de que todas las transgresiones surgen de una raíz interna común: los deseos malvados. Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Todos. Allí empieza a moverse el corazón, y uno entra en esa onda, y acaba en una transgresión. Pero no en una transgresión formal, legal: en una transgresión que hiere a uno mismo y a los demás.

En el Evangelio, el Señor Jesús dice explícitamente: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraudes, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre”."(Mc 7,21-23).

Entendemos así que todo el itinerario del Decálogo no tendría ninguna utilidad si no llegase a tocar este nivel, el corazón del hombre. ¿De dónde nacen todas estas cosas feas? El Decálogo se muestra lúcido y profundo en este aspecto: el punto de llegada –el último mandamiento- de este viaje es el corazón, y si éste, si el corazón, no se libera, el resto sirve de poco.

Este es el reto: liberar el corazón de todas estas cosas malvadas y feas. Los preceptos de Dios pueden reducirse a ser solo la hermosa fachada de una vida que sigue siendo una existencia de esclavos y no de hijos. A menudo, detrás de la máscara farisaica de la sofocante corrección, se esconde algo feo y sin resolver.

En cambio, debemos dejarnos desenmascarar por estos mandatos sobre el deseo, porque nos muestran nuestra pobreza, para llevarnos a una santa humillación. Cada uno de nosotros puede preguntarse: Pero ¿qué deseos feos siento a menudo? ¿La envidia, la codicia, el chismorreo? Todas estas cosas vienen desde dentro. Cada uno puede preguntárselo y le sentará bien. El hombre necesita esta bendita humillación, esa por la que descubre que no puede liberarse por sí mismo, esa por la que clama a Dios para que lo salve. San Pablo lo explica de una manera insuperable, refiriéndose al mandamiento de no desear (cf. Rom 7: 7-24).

Es vano pensar en poder corregirse sin el don del Espíritu Santo. Es vano pensar en purificar nuestro corazón solo con un esfuerzo titánico de nuestra voluntad: eso no es posible. Debemos abrirnos a la relación con Dios, en verdad y en libertad: solo de esta manera nuestras fatigas pueden dar frutos, porque es el Espíritu Santo el que nos lleva adelante.

La tarea de la Ley Bíblica no es la engañar al hombre con que una obediencia literal lo lleve a una salvación amañada y, además, inalcanzable. La tarea de la Ley es llevar al hombre a su verdad, es decir, a su pobreza, que se convierte en apertura auténtica, en apertura personal a la misericordia de Dios, que nos transforma y nos renueva.

Dios es el único capaz de renovar nuestro corazón, a condición de que le abramos el corazón: es la única condición; Él lo hace todo; pero tenemos que abrirle el corazón.

Las últimas palabras del Decálogo educan a todos a reconocerse como mendigos; nos ayudan a enfrentar el desorden de nuestro corazón, para dejar de vivir egoístamente y volvernos pobres de espíritu, auténticos ante la presencia del Padre, dejándonos redimir por el Hijo y enseñar por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el maestro que nos enseña. Somos mendigos, pidamos esta gracia.

"Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mt 5, 3). Sí, benditos aquellos que dejan de engañarse creyendo que pueden salvarse de su debilidad sin la misericordia de Dios, que es la sola que puede sanar el corazón. Solo la misericordia del Señor sana el corazón.

Bienaventurados los que reconocen sus malos deseos y con un corazón arrepentido y humilde, no se presentan ante Dios y ante los hombres como justos, sino como pecadores. Es hermoso lo que Pedro le dijo al Señor: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”. Hermosa oración ésta: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”.


Estos son los que saben tener compasión, los que saben tener misericordia de los demás, porque la experimentan en ellos mismos.

EN MISIÓN. RECOGIDA DE ALIMENTOS PARA “EL PASICO” POR LA O.F.S.

EN MISIÓN. RECOGIDA DE ALIMENTOS PARA “EL PASIcO” por la o.f.s.




Como es costumbre el día 17 de noviembre Acción Social de la OFS recoge alimentos para El Pasico.

Este día ha coincidió con la toma de posesión del obispo de la Diócesis D. Ángel Fernández Collado, que en su escudo episcopal aparece este lema o palabras identificadoras de una misión a realizar: Evangelizare Iesum Christum. Estas palabras: “anunciar el Evangelio”, dar a conocer y amar a Jesucristo”, vienen marcando, desde su inicio, mi ministerio episcopal. Es la tarea de la Iglesia, su naturaleza y razón de ser. Es mi específica tarea episcopal.Y para realizar todo esto pide nuestra ayuda.

El Ministro Nacional de la OFS, Antonio Álvarez en la carta dirigida con motivo del día de la patrona de la OFS recordaba a Santa Isabel de Hungría fiel y abnegada servidora de los pobres.

También la convocatoria del papa Francisco de la II Jornada Mundial de los Pobres bajo el nombre “Este pobre gritó y el Señor escuchó”.

El Ministro Nacional hace una reflexión sobre Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), visto desde la Regla y Constituciones de la Orden Franciscana Seglar.

Los franciscanos seglares, apostamos ante la pobreza, los excluidos, los descartados por la sociedad, por los pequeños, los débiles, los frágiles, los perdedores y otros tantos. En eso simplemente en eso, consiste la ternura y esa es una de las características de la caridad.
Hoy y siempre, los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Hay que decir sin lugar a duda, que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres.

En la Jornada Mundial de los Pobres el Papa Francisco ha dicho: «También nosotros estamos llamados a ir al encuentro de las diversas situaciones de sufrimiento y marginación en la que viven tantos hermanos y hermanas, que habitualmente designamos con el término general de pobre»

Ousmane, usuario de El Pasico nos dirige estas palabras respecto a la acción emprendida en el día de Santa Isabel de Hungría: «Sólo para decir que nos alegró mucho. Me gustaría antes de nada, darle las gracias a Tino y a todos los hermanos franciscanos seglares por la labor que hacéis. Y felicitaros para el día de vuestra patrona Santa Isabel de Hungría. Me contó Tino su historia y me fascinó porque es exactamente lo que nos dice nuestra religión: “Compartir lo que tenemos con los más necesitados” y eso es lo que vuestra patrona hizo y que seguís haciendo. Por mi voz, todos los usuarios de El Pasico os damos las gracias y rezamos que Dios os bendiga. Somos unos más en la Fraternidad. Un cordial saludo a todos los Hermanos».

Con los alimentos recogidos el rigor del invierno será algo más leve.

Paz y Bien.

ESTUDIO DE LA BIBLIA TEMA 3. EL AUTOR DE LA BIBLIA

ESTUDIO DE LA BIBLIA

TEMA 3. el autor de la biblia



Todo libro tiene su autor. Y según como sea el autor así será el libro. Cabe preguntarnos: ¿quién escribió este maravilloso libro de la Biblia? ¿Lo escribió directamente o se sirvió de instrumentos humanos? ¿Cómo se puede comprobar que fue Dios el que hizo redactar la Biblia?.

Todo esto en nuestro estudio de la biblia...

Introducción

Todo libro tiene su autor. Y según como sea el autor así será el libro. Cabe preguntarnos: ¿quién escribió este maravilloso libro de la Biblia? ¿Lo escribió directamente o se sirvió de instrumentos humanos? ¿Cómo se puede comprobar que fue Dios el que hizo redactar la Biblia?

Se cuenta que un hombre preguntaba a una mujer: ―¿Cómo puede usted probar que la Biblia es palabra de Dios? ¿Es que Dios habló con usted?‖. La mujer le respondió, señalando con la mano el sol: ―¿Puede usted demostrarme que eso que se ve allá es el sol?‖. – Sí, señora. La mayor prueba de que es el sol, es que me da luz y me da calor.

- Muy bien, dijo la mujer. Así pasa con la Biblia: la mejor prueba de que es Palabra de Dios es que ese Libro me da luz, pues me ilumina lo que debo hacer; y me da calor, pues me anima a amar a Dios y al prójimo.
Esa es la prueba de que la Biblia sí viene de Dios: ese libro hace milagros de iluminación y de cambio a quien lo lee.

Pero Dios se sirvió de instrumentos humanos para llevar su Palabra. A estos instrumentos los iluminó, y les respetó su estilo y su temperamento, su cultura y su personalidad, y hasta el sello de la clase social a la que pertenecían.

¿Quién escribió la Biblia?

El autor de la Biblia es Dios, pero Dios se sirvió de unos instrumentos que sólo escribían lo que Dios les inspiraba, pero respetándoles su modo de ser, su temperamento y su condición social. En la composición de los libros sagrados Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo obrando Dios en ellos y por ellos como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería. (Dei Verbum, 11).

¿Qué es una inspiración? Inspiración es un deseo que nace de la persona y que lo impulsa a realizar algo. Hay inspiraciones humanas, cuando proceden de las facultades humanas (p.e. un cuadro, una escultura, un libro, una poesía). Y hay inspiraciones divinas, cuando proceden de Dios por conducto del Espíritu Santo, y lleva al hombre a ejecutar algo que Dios le inspira y como Dios le inspira. De esta última hablamos aquí.

Dijimos que Dios respetó a los escritores sagrados, influidos por las costumbres y cultura de los países en los que vivían, dejando huella de su estilo, temperamento, personalidad e incluso de la clase social a la que pertenecían o el oficio que desempeñaban; así, por ejemplo, san Pablo muestra su temperamento impetuoso, san Juan, místico y sereno; san Marcos, detallista; Lucas, como buen médico, nos revela a un Jesús lleno de misericordia, etc.

La mayor parte de los autores del Antiguo Testamento son desconocidos para nosotros; cosa comprensible ya que la literatura antigua era anónima, pues las composiciones, tanto orales como escritas, pertenecían a la comunidad y no a los individuos. Muchos escritores además se basaron en la tradición oral, que ampliaban, por lo que algunas obras se atribuyen a aquel autor que más haya influido en ella. Así ocurre, por ejemplo, con el Pentateuco que se atribuye a Moisés siendo que él es sólo autor de su núcleo fundamental.

BIENVENIDO D. ANGEL FERNANDEZ COLLADO. OBISPO DE ALBACETE

TÍTULOBIENVENIDO D. ÁNGEL FERNÁNDEZ COLLADO. OBISPO DE ALBACETE 



Las campanas tocaban a fiesta. Albacete tiene un nuevo Obispo. El sexto en el orden de sucesión. La Catedral engalanada con miles de fieles que la abarrotaban. Sentadas más de mil personas entre ellos el nuncio de Su Santidad, Renzo Fratini, treinta y cuatro cardenales y obispos, más de doscientos sacerdotes y diáconos, decenas de seminaristas, numerosísimas autoridades regionales, provinciales y locales y cientos de fieles. Numerosos autobuses venidos de diferentes lugares de la provincia para arropar el nuevo Obispo y darle una cariñosa acogida. El Auditorio Municipal ha sido habilitado para poder seguir la celebración a través de la retransmisión televisiva y así poder dar cabida a todos los fieles que no querían perderse este acontecimiento para la joven diócesis albaceteña creada en 1949.

Puntual a la cita llegaba media hora antes del inicio de la celebración monseñor Ángel Fernández acompañado del Nuncio Apostólico, del Administrador Apostólico y del Arzobispo Primado a la puerta de la Catedral donde ha sido recibido por el Cabildo. Ha sido aquí donde el Nuncio, en el zaguán de la entrada lo presentaba con estas palabras: «Os presento al que desde ahora presidirá vuestras celebraciones en esta Iglesia Catedral como Obispo de esta Iglesia de Albacete: el Excmo. y Rvdmo. Mons. Ángel Fernández Collado». Después Mons. Ángel Fernández y sus acompañantes visitaban la capilla del Santísimo Sacramento y oraban unos instantes. A continuación, ha subido al camarín de la Virgen de los Llanos para venerar la Sagrada Imagen.

La celebración comenzaba con las palabras de monseñor Ciriaco Benavente, que ya es Obispo Emérito de Albacete, presentando la Diócesis al nuevo Obispo con una breve alocución. D. Ciriaco ha tenido bellas palabras para una Diócesis donde se dice que «se viene llorando» pero también «se marcha uno llorando». Palabras de bienvenida para el nuevo pastor porque «Albacete le acoge con el corazón y los brazos abiertos», destacando que «va a encontrar miles de cristianos laicos que se sienten Iglesia, que aman a la Iglesia, que se sienten corresponsable de su presente y su futuro» ha proclamado D. Ciriaco.
Después intervino el Nuncio, que transmitía en nombre del papa Francisco a monseñor Benavente un sentido agradecimiento y expresaba al nuevo Obispo de Albacete, Mons. Collado la confianza de Dios en la nueva tarea encomendada. El Nuncio pedía que se mostraran las Letras Apostólicas, el documento por el que el papa Francisco nombra a Mons. Ángel Fernández Collado Obispo de la Diócesis de Albacete. El Canciller-Secretario General del Obispado, Rvdo. Antonio Abellán, mostró al Colegio de Consultores las Letras Apostólicas, leyéndolas para conocimiento del Pueblo de Dios.

Y llegaba el momento más significativo de la ceremonia. El Nuncio invitaba a D. Ángel Fernández a sentarse en la cátedra de la Catedral, lugar litúrgico que solo puede ocupar el Obispo de cada Diócesis. Y le entregaba el báculo, símbolo de la sucesión apostólica y la continuidad pastoral. El sonido de las campanas anunciaban a la Diócesis la toma de posesión y con la alegría de tener un nuevo Pastor en nuestra Diócesis, una representación del Pueblo de Dios se acercó a Mons. Fernández, ya Obispo de Albacete, para mostrarle su obediencia y afecto como Obispo de la Iglesia en Albacete. En concreto, fueron el Colegio de Consultores; el Presidente del Cabildo; dos representantes de la Vida Consagrada; una familia; dos jóvenes y dos seminaristas. Después, siguió la misa como de costumbre.

En su homilía, el Obispo de Albacete, D. Ángel Fernández, tras los saludos a todos los presentes, comenzaba situándose «a los pies de la Santísima Virgen María, nuestra Madre del cielo, pidiéndole su protección y auxilio permanentes». Y añadiendo «como vuestro Pastor, yo iré delante de vosotros con mi palabra, mi gobierno, mi oración, mi afecto paternal y cuidado pastoral». Y hacía suyo, en sus primeras palabras, el proyecto de la Misión Diocesana.

En varias ocasiones se ha mostrado muy próximo a los sacerdotes. A ellos les ha dicho que quiere «conoceros a cada uno, personalmente, escucharos y caminar a vuestro lado, evangelizar juntos y remar en el mismo sentido. Quiero hacerme presente en vuestras vidas, actividades y parroquias» y a los miembros de la Vida Consagrada «siempre os tendré presentes en mi oración y os ayudaré en todo lo que me sea posible».
A los laicos les ha pedido que sean corresponsables en la misión de la Iglesia «como piedras vivas a los ojos del mundo, discípulos, apóstoles y misioneros».

Además, ha puesto como referente a la familia «que seáis, para mí y para nuestra Diócesis modelos de fidelidad, amor, donación mutua, paciencia, comprensión, respeto, gratuidad, apostolado».

También ha querido tener un recuerdo muy entrañable a los enfermos, impedidos, ancianos y discapacitados. «No estáis solos pues estáis muy presentes en el mismo corazón de Dios y nosotros deberíamos estar muy cerca de vosotros» ha dicho Mons. Fernández Collado.

Muy presente ha tenido a los alejados, aquellos a los que «hay que abrir las puertas hacia fuera e ir hacia ellos, hay que invitarles a entrar en nuestro hogar, en nuestro corazón, a ayudarles eficazmente en lo humano y en lo espiritual, hay que sentirles como hermanos y volcarnos con ellos».

Preocupado por la falta de vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada y al matrimonio, D. Ángel ha pedido la ayuda de todos para «potenciar la pastoral vocacional entre los jóvenes, niños y adolescentes». Y ha desvelado que sueña desde el día que conoció la designación Papal para la Sede de Albacete con «establecer de nuevo en el territorio de la diócesis el Seminario Menor y Mayor».

La homilía del nuevo Obispo de Albacete ha terminado depositando su ilusión y su esperanza en los jóvenes a los que ha pedido que «ser el motor y la fuerza evangelizadora en todos los ámbitos y realidades pastorales de la Diócesis».

Al concluir la celebración el nuevo Obispo de Albacete recibía las felicitaciones de numerosas autoridades del ámbito público y, sobre todo, de los fieles cristianos que han participado en la Eucaristía donde el coro de la parroquia de Ntra. Sra. de Fátima de Albacete ha contribuido con sus intervenciones a dar belleza y solemnidad a la celebración en este día grande para todo Albacete.


https://diocesisalbacete.org

CATEQUESIS DEL PAPA. QUÉ ES LA VERDAD

CATEQUESIS DEL PAPA. 14 NOVIEMBRE 2018

CATEQUESIS SOBRE LOS MANDAMIENTOS. OCTAVO MANDAMIENTO
¿QUÉ ES LA VERDAD?



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la catequesis de hoy abordaremos la Octava Palabra del Decálogo: "No darás falso testimonio contra tu prójimo".

Este mandamiento - dice el Catecismo - "prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo". Vivir de comunicaciones que no son auténticas es grave porque impide las relaciones y, por lo tanto impide el amor. Donde hay mentira no hay amor, no puede haber amor. Y cuando hablamos de comunicación entre personas, no nos referimos solo a las palabras, sino también a los gestos, a las actitudes, incluso a los silencios y las ausencias.

Una persona habla con todo lo que es y lo que hace. Todos nosotros estamos en comunicación siempre. Todos vivimos comunicándonos y estamos constantemente en equilibrio entre la verdad y la falsedad.

¿Pero qué significa decir la verdad? ¿Significa ser sinceros? ¿O exactos? En realidad, esto no es suficiente, porque uno puede equivocarse sinceramente, o puede ser preciso en los detalle, pero no captar el significado del todo. A veces nos justificamos diciendo: "¡Pero yo he dicho lo que sentía!" Sí, pero has absolutizado tu punto de vista. O: "¡He dicho solamente la verdad!". Tal vez, pero has revelado algunos hechos personales o confidenciales.

¡Cuántos chismes destruyen la comunión por inoportunidad o falta de delicadeza! Más aun, los chismes matan, y esto lo ha dicho el apóstol Santiago en su Carta. El chismoso, la chismosa son gente que mata: mata a los demás, porque la lengua mata como un cuchillo. ¡Tened cuidado! Un chismoso o una chismosa es un terrorista porque con su lengua tira una bomba y se va tranquilo, pero lo que esa bomba que ha tirado destruye la fama de los demás. No lo olvidéis: chismorrear es matar.

Pero entonces, ¿Qué es la verdad? Esta es la pregunta de Pilatos, precisamente cuando Jesús, delante de él, cumplía el octavo mandamiento. De hecho, las palabras "No darás falso testimonio contra tu prójimo" pertenecen al lenguaje jurídico. Los evangelios culminan en el relato de la Pasión, Muerte y  Resurrección de Jesús; y esta es la historia de un proceso, de la ejecución de la sentencia y de una consecuencia inaudita.

Interrogado por Pilatos Jesús dice: "Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo para dar testimonio de la verdad". Y este "testimonio" Jesús lo da con su pasión y su muerte. El evangelista Marcos narra que "Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: ¡Verdaderamente este hombre era  Hijo de Dios!". Sí, porque era coherente, fue coherente: con su forma de morir, Jesús manifiesta al Padre, su amor misericordioso y fiel.

La verdad encuentra su plena realización en la misma persona de Jesús, en su forma de vivir y morir, fruto de su relación con el Padre. Esta existencia de  hijos de Dios, Él, resucitado, nos la otorga también a nosotros enviando al Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad, que da testimonio a nuestros corazones de que Dios es nuestro Padre.

En cada una de sus acciones, el hombre, las personas afirman o niegan esta verdad. Desde las pequeñas situaciones cotidianas hasta las decisiones más exigentes. Pero es siempre la misma lógica: la que los padres y los abuelos nos enseñan cuando nos dicen que no digamos mentiras.

Preguntémonos: ¿qué verdad atestiguan las obras de nosotros, los cristianos, nuestras palabras y nuestras decisiones? Cada uno puede preguntarse: ¿Yo soy un testigo de la verdad o soy más o menos un mentiroso disfrazado de verdadero? Que se lo pregunte cada uno.

Los cristianos no somos hombres y mujeres excepcionales. Somos, sin embargo, hijos del Padre celestial, que es bueno y no nos decepciona, y pone en sus corazones el amor por sus hermanos. Esta verdad no se dice tanto con los discursos, es una forma de existir, un modo de vivir, y se ve en cada acto. Este hombre es un hombre verdadero, esta mujer es una mujer verdadera: se nota. Pero ¿por qué, si no abre la boca? Pero se comporta como verdadero, como verdadera. Dice la verdad, actúa con la verdad. Una hermosa manera de vivir para nosotros.

La verdad es la maravillosa revelación de Dios, de su rostro de Padre, es su amor ilimitado. Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente, porque es un don que ha descendido a la tierra y se ha encarnado en Cristo crucificado y resucitado; se hace visible gracias  a aquellos que le pertenecen y muestran sus mismas actitudes.


No dirás falso testimonio significa vivir como un hijo de Dios, que nunca, nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como hijos de Dios, dejando emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y podemos fiarnos de Él. Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra confianza en Dios, que es Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz y no mentiroso.

HOMILÍA 2018-11-11 P. JOSÉ ARENAS DOMINGO 32 DEL T.O.

HOMILÍA P. JOSÉ ARENAS. DOMINGO 32º DE TIEMPO ORDINARIO. 11-11-2018.





Homilía 2018-11-11 P. José Arenas DOMINGO 32 del T.O. en la Parroquia San Francisco de Asís. Evangelio según san Marcos (12,38-44)
Paz y Bien

CATEQUESIS DEL PAPA. EL SENTIDO CRISTIANO DE LA PROPIEDAD DE BIENES

CATEQUESIS DEL PAPA. 7 NOVIEMBRE 2018

CATEQUESIS SOBRE LOS MANDAMIENTOS. SÉPTIMO MANDAMIENTO
EL SENTIDO CRISTIANO DE LA PROPIEDAD DE BIENES



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Continuando con la explicación del Decálogo, hoy llegamos a la Séptima Palabra: "No robarás". Al escuchar este mandamiento, pensamos en el robo y el respeto por la propiedad de otros. No hay cultura en la que el robo y el abuso de bienes sean lícitos; en efecto, la sensibilidad humana es muy susceptible por lo que respecta a la defensa de la posesión.

Pero vale la pena abrirnos a una lectura más amplia de esta Palabra, centrándonos en el tema de la propiedad de los bienes a la luz de la sabiduría cristiana.

En la doctrina social de la Iglesia se habla del destino universal de los bienes. ¿Qué significa esto? Escuchemos lo que dice el Catecismo: " Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos (cf. Gen 1, 26-29).

Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano "(No. 2402). Y nuevamente: " El destino universal de los bienes continúa siendo primordial, aunque la promoción del bien común exija el respeto de la propiedad privada, de su derecho y de su ejercicio. " (No. 2403).

La Providencia, sin embargo, no ha organizado un mundo en "serie", existen diferencias, condiciones diversas, culturas distintas, por lo que se puede vivir ayudándose unos a otros. El mundo es rico en recursos para asegurar a todos los bienes primarios. Sin embargo, muchos viven en una situación de pobreza escandalosa y los recursos naturales, mal utilizados, se van deteriorando. ¡Pero el mundo es uno solo! ¡La humanidad es solo una!

La riqueza del mundo, hoy, está en manos de una minoría, de pocos, y la pobreza, todavía más, la miseria y el sufrimiento, de tantos, de la mayoría.

Si hay hambre en la tierra, ¡no es porque falten alimentos! De hecho, las necesidades del mercado a veces llevan a destruirlos, a tirarlos. Lo que falta es una iniciativa empresarial libre y con visión de futuro, que garantice una producción adecuada y un enfoque solidario que asegure una distribución equitativa.

El Catecismo también dice: "El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee legítimamente no sólo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que puedan aprovechar no sólo a él, sino también a los demás” " ( Nº 2404). Toda riqueza, para ser buena, debe tener una dimensión social.


En esta perspectiva, aparece el significado positivo y amplio del mandamiento "No robarás". "La propiedad de un bien hace de su dueño un administrador de la providencia" (ibíd.).  Nadie es dueño absoluto de los bienes: es un administrador de los bienes. La posesión es una responsabilidad: “Pero yo soy rico de todo...” – esta es una responsabilidad que tienes-. Y todo bien sustraído a la lógica de la Providencia de Dios es traicionado, traicionado, en su sentido más profundo.

Lo que poseo realmente es lo que sé dar. Esta es la medida para saber si administro bien o mal las riquezas; esta palabra es importante: lo que realmente poseo es lo que sé dar. Si yo sé dar, si estoy abierto, entonces soy rico, no solamente de lo que poseo, sino también de generosidad, generosidad también como un deber de dar riqueza para que todos participen de ella. De hecho, si no puedo dar algo, es porque eso me posee, tiene poder sobre mí y me esclaviza. La posesión de los bienes es una oportunidad para multiplicarlos con creatividad y usarlos con generosidad, y así crecer en amor y libertad.

Cristo mismo, a pesar de ser Dios, "no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mimo" (Fil. 2: 6-7) y nos enriqueció con su pobreza (cf. 2 Co 8,9).

Mientras la humanidad se afana por tener más, Dios la redime haciéndose pobre: ​​ese Hombre Crucificado ha pagado por todos un rescate inestimable por parte de Dios Padre, "rico en misericordia" (Ef. 2, 4, ver St.5, 11). Lo que nos hace ricos no son los bienes sino el amor. Muchas veces hemos escuchado lo que dice el Pueblo de Dios: “El diablo se cuela por los bolsillos”.

Se empieza por el amor al dinero, la fama que hay que poseer; luego llega la vanidad: “Ah, soy rico y presumo de ello”; y al final, el orgullo y la soberbia. Así actúa el diablo en nosotros. Pero la puerta son los bolsillos.


Queridos hermanos y hermanas, una vez más Jesucristo nos revela el pleno sentido de las Escrituras. «No robarás» significa: ama con tus bienes, aprovecha tus medios para amar como puedas. Entonces tu vida será buena y la posesión se convertirá verdaderamente en un don.  Porque la vida no es el tiempo de poseer sino de amar. Gracias

SER FRANCISCAN@. ARTICULO 1. ¡OBSERVAR EL SANTO EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!

SER FRANCISCAN@. ¡OBSERVAR EL SANTO EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO!



Hay un detalle en el carisma franciscano que conviene hablar cuanto antes, y por ello lo vamos a tratar en este artículo, ya segundo de “SER FRANCISCAN@” una sección donde queremos profundizar las virtudes y características del carisma.

El núcleo de la espiritualidad de los franciscanos, de toda la familia franciscana, es observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, poniendo el acento en que este ideal hay que vivirlo en humildad y fraternidad. Tal debe ser la actitud de imitar siempre de Jesucristo, el cual, a pesar de ser el Hijo de Dios, nos ha dejado un ejemplo encarnándose en María la Virgen, naciendo pobre en Belén, viviendo pobre y peregrino en este mundo y humillándose hasta la muerte en cruz, en obediencia perfecta a la voluntad del Padre.

Cuando uno empieza a tener mucho interés por conocer al santo de Asís, porque todo inicio de la vocación siempre hay un enamoramiento hacia el santo, ya que la personalidad y el carisma que desprende es de un gran atractivo y puede hacer perder el enfoque primero y último de nuestra vida, que es Jesucristo. Es importante evitar que todo postulante o iniciando empiece un camino espiritual mal encaminado si se se cae en el error de poner nuestro corazón y entusiasmo en conocer más y más a San Francisco y olvidarnos de quien es realmente el importante en nuestra vida, el importante siempre será CRISTO. ¡Sin Él, no podemos ser nada!. Es Él quien nos va a dirigir hacia el carisma o la vocación concreta a la que somos llamados.

El santo, como bien dice la palabra era santo, y además, de los que han dejado una huella en la Iglesia perdurable y por lo que estaremos muy agradecidos, pero no lo elevemos más, que hay ocasiones que en el ambiente franciscano se hace. La pretensión de San Francisco de Asís no es que le sigamos a él, no es que nos “obsesionemos” con él, su pretensión es ayudar a que sigamos a Jesucristo, nos guía hacia Él. Cualquier otro fruto que se hubiera dado y no éste que es acercarnos a Jesucristo en el Evangelio, y vivir en consonancia a él, que habite Cristo en nuestra vida, hubiera supuesto un fracaso para el santo. Que lo llegó a sufrir en vida, cuando sus hermanos pretendían organizar mejor la orden, con una regla más viable para los frailes, que por otro lado era lógico por el gran número que eran, en vez de vivir el Evangelio en su autenticidad y sencillez.

El cristiano se hace franciscano, sin dejar de ser lo primero, sin perder la verdad de quien le llama realmente, el franciscano siente la llamada de Cristo, y para seguirlo quiere hacerlo, y aquí está la clave, al estilo de San Francisco de Asís, o bien de Santa Clara, o bien de otros santos que descubrieron en Francisco un hermano mayor que ayuda, que tira de nosotros, que empuja. Y teniendo claro, y éste es otro tema para trabajar en otro artículo, que ningún franciscano puede ser otro Francisco, cada uno tiene su propia vida para llegar a la Santidad, su tiempo, su lugar, su vida, sus hermanos, y Dios nos quiere únicos, diferentes y también santos como Él quiere que lo seamos.

En conclusión, todo franciscano, es un apasionado de leer, meditar, trabajar más los Evangelios, de llevarlo a la vida, de visitar más a Cristo Sacramentado, de orar ante Él, si se puede y hay tiempo añadir siempre en su formación de cristiano catequesis con temática de cristología. Además, que con todo ello se comprende mucho mejor el testamento espiritual que nos dejó San Francisco, en términos modernos podemos decir que su regla original era un copy-paste del Evangelio.  Y finalizo con esa invitación que nadie olvida de san Juan Pablo II a los jóvenes chilenos, y sigue sonando en el corazón de la Iglesia y de los jóvenes “Busca a Cristo, mira a Cristo, vive en Cristo”.

¡Paz y Bien!

Arturo García Nuño (O.F.S.) 

HOMILÍA P. JOSÉ ARENAS. DOMINGO 31º DE TIEMPO ORDINARIO. 04-11-2018.

HOMILÍA P. JOSÉ ARENAS. DOMINGO 31º DE TIEMPO ORDINARIO. 04-11-2018.




Homilía 2018-11-04 P. José Arenas DOMINGO 31 del T.O. en la Parroquia San Francisco de Asís. Evangelio según san Marcos (12,28b-34)
Paz y Bien

FAMILIA Y VIDA. LA FAMILIA, COMUNIDAD DE VIDA, ESCUELA DE AMOR

FAMILIA Y VIDA. 
LA FAMILIA, COMUNIDAD DE VIDA, ESCUELA DE AMOR



San Juan Pablo II ya lo comentaba en la exhortación apostólica Familiaris Consortio “La familia es una comunidad de vida que tiene una consistencia autónoma propia..”. La familia no es la suma de las personas que la constituyen, sino una «comunidad de personas». Y una comunidad es más que la suma de las personas. Es el lugar donde se aprende a amar, el centro natural de la vida humana. El servicio es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. El amor, darse al prójimo, el servicio se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros.

La familia está hecha de rostros, de personas que aman, dialogan, se sacrifican por los demás y defienden la vida, sobre todo la más frágil, más débil. Se podría decir, sin exagerar, que la familia es el motor del mundo y de la historia. Cada uno de nosotros construye la propia personalidad en la familia, creciendo con la mamá y el papá, los hermanos y las hermanas, respirando el calor de la casa.

La familia es el lugar donde recibimos el nombre, es el lugar de los afectos, el espacio de la intimidad, donde se aprende el arte del diálogo y de la comunicación interpersonal. En la familia la persona toma conciencia de la propia dignidad y, especialmente si la educación es cristiana, reconoce la dignidad de cada persona, de modo particular de la enferma, débil, marginada, donde no se descarta al anciano.

Allí en la familia «se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño y nos peleamos, porque en toda familia hay peleas el problema es después pedir perdón.

Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea» (Laudato si’, 213).

Cuando pensamos en educación muchas veces nos enfocamos principalmente en la que se recibe en el colegio a través de los maestros. Sin embargo, es necesario recordar que la educación de una persona tiene como fuente principal su familia, es la primera escuela, ya que es el primer lugar donde se desarrolla y aprende aquello que le guiará (o por el contrario, le desorientará) durante su vida.

La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos.

Estos servicios que la sociedad presta a los ciudadanos, no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos.  La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos «Iglesia doméstica» que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina.

En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios. Es la primera y principal catequesis, la casa también es el primer lugar donde ha de darse el encuentro con Jesús. Y en la familia y de esto todos somos testigos los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que «debería ser». Gracias a que no depende de nuestras fuerzas y pureza, recordemos las palabras de San Pablo «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20), y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil.


Todo esto es la comunidad-familiar, que pide ser reconocida como tal, más aún hoy, cuando prevalece la tutela de los derechos individuales. Y debemos defender el derecho de la familia. Cierto que ante la situación de muchas familias desestructuradas, hoy necesitan las familias más ayudas de otras familias, de la Iglesia,  que se produzca un milagro, pero no hay que perder la esperanza porque está por venir el tiempo donde gustamos el amor cotidiano, donde nuestros hijos redescubren el espacio que compartimos, y los mayores están presentes en el gozo de cada día. Sin olvidar que cada cambio social comienza con la conversión personal.

HOMILÍA P. JOSÉ ARENAS. FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. 01-11-2018

HOMILÍA P. JOSÉ ARENAS. FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. 01-11-2018.




Homilía 2018-11-01 P. José Arenas FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS. en la Parroquia San Francisco de Asís. Evangelio según san Mateo (5,1-12)
Paz y Bien